miércoles, 28 de enero de 2009


Mi cuerpo
como debería ser el mundo.
Como la huella en el agua.
Que no tenga nada dentro.
Que sólo suene de alarma
el gemido de mis vísceras.
Siempre voy gélida.
Y mastico nerviosa
cubitos de hielo
para atemperar al corazón.
Lúcida en este frío insomnio.
Ya soy la esbelta silueta
que dibujaba en un papel
el que vestía a las princesas.
Y la comida
esa intrusa que peso en la balanza
me entumece los sentidos.
Pero no es bastante exigua
mi sombra en la pared.
Y el espejo todavía
refleja mi carnosidad
como si la báscula mintiera.
¡Vamos!
Menos calorías.
Más levedad.
Más mentiras.
Más trampas.
¡Vamos!
Más jugos en el remolino del agua…

¡Dios mío!
Mi cuerpo como debería ser el mundo.
Tan curvado ya en el tallo.
Con tanta arena en la sed.
Con ese voladizo
que me oculta de la luz.
Con esa hondura
que me da vértigo.
Y mi boca,
mi boca,
cómo regurgita
los latidos que me sobran.
Cómo deviene mi garganta
en ese ojo irritado
como el de una aguja
por el que sólo pasa el asco.
Y este vello fino y largo
que me mece el miedo.

¡Dios mío!
Mi cansancio,
mi enorme cansancio…

¡¿Es que no hay nadie ahí?!
R.L

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